La violencia de género no es sólo la que mata.
La violencia de género comienza de manera poco hostil cuando no se educa a ser iguales, cuando las diferencias biológicas entre hombre y mujer se convierten en diferencias psicológicas: Enseñar a la niña a jugar con muñecas y al niño con un balón es el germen del sexismo, no es hostil pero es la base de unos estereotipos que perduran eternamente y que lo único que generan es desigualdad. Estereotipos como que sean las madres las que planchen, que se tenga asumido que es la mujer la que se ocupa de las tareas domésticas o que los hombres no recurran a la baja por paternidad.
Violencia de género es callar cuando oímos el primer insulto que con el tiempo se convertirá en el primer golpe... Complicidad es mirar hacia otro lado cuando existe el maltrato.
La violencia se sirve de la anulación de la persona, no sólo de la mujer, pero sí mayoritariamente; el no permitir el libre desarrollo, el impedir una relación en la que los dos sean iguales... es no querer que la mujer gane lo mismo, haga lo mismo, reírse cuando una mujer quiere conducir autobuses, camiones… y mil profesiones mayoritariamente masculinas... es tener profesiones masculinas o femeninas, es tener sueldo femenino o masculino, es usar expresiones femeninas o masculinas, es usar el lenguaje como método de ataque.
El perfil del maltratador es claro, es aquel que tiene miedo a vivir en las mismas circunstancias y que para evitarlo anula de cualquier forma.
Hombres y mujeres concienciados debemos promover el cambio.
Hay violencia que sale en los medios de comunicación, pero hay violencia más sutil que no se ve y que apenas se siente.
No podemos permitir que la estadística sea sólo eso... es gente muerta...y es terrorismo.
No nos podemos limitar a ser espectadores.
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